Nunca he visto un pincel deslizarse sobre la superficie de un papel con tanta delicadeza, el sonido que me llega está lleno de rayos de sol, de luz cálida sobre los campos, de tonalidades ocres e hilachas púrpuras del atardecer. Aromas a tierra mojada y sobre todo, a un fragancia que aún no sé describir.
Las tonalidades alzan imágenes de campos de trigo, de instantes siempre sostenidos sobre el horizonte, de tardes de lluvia, de mañanas de nubes, de canciones suspendidas en el aire bajo el aliento de la voz de una mujer, a un fruto dorado, a un fruto carmesí.
El paladar me embriaga de sutiles percepciones que no existen, salvo en esa pequeña gota que se extiende entre los cabellos del pincel hacia una tierra blanca que necesita ser horadada, sembrada de palabras, de color, de imágenes que nos hagan soñar. Me embriaga como un fruto que guarda en su sueño el sabor dorado de la exhalación de un destello que tú eres capaz de tomar en esa vendimia que realizas al amanecer. ¿Cómo transformas el fruto del aire, el que nace de la tierra, el que se deja besar por el labio de tus dedos? no me lo cuentes, deja que ese secreto siga guardado para siempre en ti.
Tu voz emana y se entrelaza junto a esa pequeña lágrima que cobra sabia sobre una superficie siempre viva y anhelante de tu presencia. Tu palabra ofrece vida y una tonalidad carmesí te sigue, dejándose llevar por el pincel que llevas entrelazado entre tus manos.
El pincel se detiene sobre la superficie del lienzo que se extiende sobre tu piel, una imagen granate me ofrece una figura y vuelve a mí ese aroma que no sabía describir...
Una pequeña libélula roja se posa sobre mi dedo y enmudece el lápiz, me mira y me recuerda a ti.
Gracias Cristina por darle vida a la libélula.
Acuarelas de Cristina Díaz
Texto de Jesús López
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¡Qué bonito Jesús! Un relato precioso, y en la mano de Cristina un arte inmenso. Besos:D
ResponderEliminarla verdad Margarita, que Cristina hace que las cosas sean sencillas, ella es quien lo impregna todo
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