viernes, 27 de marzo de 2020

...¿quién eres?...


Un sonido inundaba el valle, era como el lamento agónico de una bestia maldita que nadie ha visto nunca pero que todos perciben. El sonido atroz resonaba, introduciéndose  en lo más profundo de la niebla.

La niña pequeña se acercó a la sombra y le tiró levemente del brazo varias veces.

-¿Por qué estás enfadado?
-No estoy enfadado. - Le respondió la sombra sin volverse y mirando profundamente hacia el interior de la niebla.
- Sí, estás enfadado. -Insistió la niña pequeña.
- No, no estoy enfadado. - Repitió la sombra.
- Sí, sí estás enfadado, estás muy enfadado; ¿te has enfadado conmigo? - Le decía la niña pequeña con lágrimas en los ojos mientras la sombra se volvía lentamente.
- ¡No, no estoy enfadado contigo, por supuesto que no!
- Entonces por qué el día se ha convertido gris y la niebla avanza... mírame, no estés enfadado y cambia el día, por favor.
- ¿Qué?
- Sé que tú puedes, l@s pequeñ@s se están asustando.
- No puedo hacer eso que dices.
- Sí, sé que puedes.
- No, no puedo.

La niña pequeña tiró tanto del brazo de la sombra que hizo que se inclinase.

- Sí, sé que puedes. - Le decía mientras le sonreía y le daba un beso en la mejilla.

La sombra con su dedo, rozó la palma de la mano de la niña pequeña, aparentando que tomaba algo que no se veía, sin mirar alzó el brazo y tocó el cielo. Un azul turquesa y transparente fue cayendo como si fuesen gotas de lluvia tras un cristal y en su avance todo lo iba llenando de color.

- Lo siento. - Le respondió la sombra.
- Gracias. Nunca te he preguntado quién eres realmente. 
Los ojos de la sombra la miraron profundamente y esta vez se hicieron más oscuros.
- Nunca te lo he preguntado, no tienes que contestarme si no lo deseas, no quiero obligarte a contestar algo que no quieres decirme.

La sombra se agachó y abrazó muy fuerte a la niña. Los ojos de ella percibieron entre la niebla una silueta, cada vez era más nítida para ella, aunque nadie la percibiese. Se acercó y...

- ¿Quién eres?

No obtuvo contestación y le volvió a repetir la pregunta.

- ¿Quién eres tú? - Le volvió a preguntar, inclinando tanto el rostro hacia arriba que casi pierde el equilibrio.
- Om.
- ¿Cómo?
- Om. - Fue lo único que escuchó o creyó escuchar.
- ¿Om, así te llamas? - Le preguntó la niña pequeña, ya que apenas podía percibir el hilo de su voz.

- Om... mi nombre es Om. Om, yo soy Om. Soy Om. Sí, Om es mi nombre. Sí, Om es Om. Om soy yo, soy Om, no puedo decirte otra cosa salvo que mi nombre y yo somos Om.
- ¿Sabes quién es la sombra?

Silencio.

- ¿Quién es la sombra, cuál es su nombre?

- No te lo puedo decir, hay nombres que es mejor que sean silenciados para que ellos sean olvidados

- ¿Quién es? -Volvió a insistirle la niña pequeña.

El abeto se agachó todo lo que pudo, rozando su rostro con las hojas de sus enormes ramas.

- No preguntes por quienes tienen y quieren ser olvidados, no preguntes por los nombres que desean su silencio, no pronuncies lo que tiene que ser silenciado para ser olvidado.
- No... dime su nombre, ¿quién es?
- Mi pequeña niña, su nombre nos está vedado hasta para nosotros, los viejos árboles del bosque. Su nombre debe ser olvidado y para que eso suceda lo primero que hay que hacer es que no sea pronunciado. Su silencio es nuestro principio.

- Pero no es el mío, ¿quién es quien nos cuida, quién es quien nos protege, quién es nuestra sombra?

- Hay nombres que quieren ser silenciados para ser olvidados... pero sí te puedo contar un cuento, un viejo cuento que escuché de aquellos vetustos abetos en mi juventud.

- ¿Me lo cuentas? - Le decía mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro.

Antes de que Om se pusiese a contar aquel cuento, las niñas y los niños del valle lo rodearon con ojos expectantes y una sonrisa suspendida en sus rostros.

- Om, yo soy Om, Om es mi nombre y yo soy Om. Esta historia nos la contaban en mi juventud y ella ya fue contada por otro como Om a quienes me la contaron, escuchad, os voy a contar... El Cuento del Diablo de la Soledad.

Los rostros estaban expectantes ante aquellas primeras palabras.

- El Diablo de la Soledad es como tú y como tú, no ha crecido, en lo más profundo de él, sigue siendo un niño pequeño, por eso, este pequeño diablo es diferente a todos los demás... es dulce, sensible, imaginativo, soñador, pero no olvidéis que siempre sigue y seguirá siendo un diablo... - Su voz se fue apagando mientras le fue contando aquella historia que no todas las personas pueden escuchar, el cuento de El Diablo de la Soledad.


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