En aquella ventana sin cristales una pequeña maceta con una flor iluminaba y daba vida a toda la casa... aquel detalle, siempre me llamó la atención, el cuidado tan especial que le dedicaba a aquella pequeña planta, eran los únicos momentos en los cuales podía verlo a él... sí, él, el que no hablaba con nadie, el que rehuía de la sociedad porque la sociedad ya lo había olvidado hace mucho tiempo, como a la casa.
Aquella mañana nos cruzamos, él alzó levemente la mano y entre los surcos de sus labios una sonrisa se escondía entre aquel rostro sin expresión.
Tiempo después me di cuenta de que la flor ya no estaba y él tampoco, otra gentes habían llegado y ahora la casa permanecía sombría y esperando que sus paredes se desvaneciesen rápidamente.
Hoy, de aquella casa sólo quedan algunos recuerdos y de él... ni su nombre.
"La figura" es el decimo tercer relato de La Nave de los Vientos y está dedicada a él.
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