- ¿Qué haces?
- Jugar.
- ¿A qué estás jugando?
- Estamos jugando a hablar.
El rostro de su madre se asomó ligeramente tras su espalda y pudo observar como estaba pegada al cristal de la ventana y tras él se encontraba una pecera redonda de vidrio con su único pez, una pequeña maceta con una flor y una mariposa, que ha encontrado en lo más profundo de la ciudad un rincón para detenerse.
- ¿Y qué hacéis?
- Hablamos, ya te lo he dicho, estamos decidiendo a qué jugar. - Le dijo a su madre sin volver el rostro atrás, lo que provocó que del rostro de su madre se escapara una sonrisa entre la comisura de sus labios.
- Pero ¿con quién estás hablando?
- ¡Con él mamá!
- ¿Con el pez?
- Sí.
- ¿Y qué te dice?
- Quiere jugar fuera de la pecera.
- Pero tú sabes que no puede vivir fuera del agua, su pecera es su casa, y la mariposa y la flor ¿no te dicen nada?
- Son tímidas y hablan muy flojito, al pez lo escucho mejor.
Su madre se alejó entre las esquinas de las habitaciones de la casa y allí, junto al alfeizar de la ventana dejó una niña pequeña con dos coletas hablando a un pez, una flor y una mariposa.
- Vale, entonces nos vamos a la calle a jugar juntos.
En un momento dado, la pequeña sacó al pez del agua y con mucho cuidado lo dejó junto a la flor y la mariposa. Al principio el pez dio unas grandes bocanadas con su boca redondeada hasta que con lentitud comenzó a mover pausadamente sus aletas y quedar suspendido en el aire. Ahora podía ver al pez volar o nadar junto a la flor y la mariposa. La mariposa y el pez se pusieron a revolotear alrededor de la flor, mientras ella movía sus pétalos.
El pez, la flor y la mariposa se alejaron sobrevolando la calle, entretanto la lluvia seguía cayendo con lentitud sobre los cristales. El su juego no dejaban de visitar cada ventana y cada árbol, mientras la voz de ella se escuchaba sobre el empedrado gris.
Al volver a casa su madre le regaño, no lograba entender qué había hecho con el pez y la flor, ya que la pecera y la maceta estaban vacías. Por mucho que le explicó que se habían ido a jugar a volar, su madre le recriminó la pérdida y la crueldad de sacar a un pez del agua y a una flor de la tierra.
La noche se asomó tras las ventanas de aquel hogar y su madre se acercó a arroparla como hacía cada noche, un beso en la frente y aquella frase... sonríe y duerme... Al acercarse a la ventana, pudo ver al pez durmiendo plácidamente en su pecera y a la pequeña mariposa en el calor que le ofrecían los pétalos de la flor.
A quienes aún hoy, son como ella,
y un día me pidieron un cuento, una imagen,
y me ofrecieron un abrazo, una palabra y sus recuerdos.
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Qué preciosidad Jesús. Qué bonito, de verdad, me ha encantado. Y además es súper visual. Precioso. Besos :D
ResponderEliminarA decir verdad sólo he reproducido un juego de infancia que fue y sigue siendo real.
ResponderEliminarUn beso Margarita.