Hace algún tiempo, una niña pequeña que iba en brazos de su madre mientras paseaba me miró fijamente, le sonreí y ella me devolvió dos cosas, un saludo cómplice y una sonrisa.
A lo largo de la calle no dejaba de mirarme y hacerme gestos con la mano, hasta que su madre se dio cuenta, la miró y me miró, en ese momento, los dos fuimos cómplices de no hacer nada... al encontrarnos con ese cruce de caminos, ellas tomaron uno y yo otro, pero ella volvió a sonreírme y a saludarme con la mano mientras se alejaba.
No hace mucho, encontré por casualidad a esa madre y a esa pequeña que me ofreció dos cosas, un saludo y una inolvidable sonrisa.
Hoy puedo verla dormir.
A ellas.