lunes, 16 de marzo de 2020

En algún lugar en el Mar de las Arenas


   Nunca supe dibujar el instante en el que nos conocimos, al principio aquella primera línea de arena guardaba tres sombras a contraluz, como cuando las ves de espaldas, si os fijáis, ellas siguen ahí, en el centro de la imagen, en el centro de la duna, al lado de una caravana que pasa sin verlos porque ya sólo son un eco en los vientos. Allí nos conocimos, aún hoy, guardamos esa amistad.

   Este pequeño dibujo, sin tiempo, realizado hace ya algunas décadas, nos evocaba eso... un futuro, un espacio en el que nos encontraríamos de nuevo.

   Ahora os dejos con esas pequeñas letras que escribimos y que han acompañado mis libros, porque ellos nacieron justo en aquel instante.

En algún lugar en el Mar de las Arenas:

   Nosotros hemos visto a las Naves de los Vientos en el Mar de las Arenas y escuchado su voz. 

   Nos conocimos en tierras que nunca encontrarás fijadas sobre la superficie de un papel, en un lugar en donde nada se pierde si sabes escuchar, y la verdad, son tantas las que vagan aguardando a que alguien se pare junto a ellas.

   La noche declinaba, el sol se mecía con su luz entre las olas y ella se reflejaba dorada en las aguas del Mar de las Arenas, allí fue donde nos conocimos. Lo vi sentado sobre una de ellas, fija e hierática permanecía la duna. Arenas ocres sobre el horizonte de un cielo que viene a nacer. Su figura a contraluz me llamó la atención, aquella sombra me invitó a sentarme.

   No hablamos, aprendimos a escuchar, y frente a nosotros navegaba una de las Naves de los Vientos en el Mar de las Arenas en pos de los Palacios de los Vientos.

    El tiempo pasó.

   Él decía que soñaba con los idiomas que yo conocía, nunca le dije que era yo quien lo envidiaba, él era capaz de escuchar la voz de los vientos..., su voz..., sus anhelos, sus esperanzas.

   Desde entonces nuestra amistad ha permanecido fiel y con ellas hemos podido seguir escuchando esas palabras que los vientos arrastran, esas palabras que están condenadas a vagar por el desierto hasta que alguien quiera escucharlas.

   Los años han pasado, nuestra piel ha envejecido, pero nuestras mentes permanecen fieles a ese primer día en el cual, parte de las letras que vais a leer, volvieron a ser escuchadas para ser escritas.

   Y aún hoy, espero ese día en el cual compartamos unos instantes en rededor de un fuego encendido en la luz de la noche, escuchando, siempre escuchando todos esos relatos que nos conducen a esas palabras que por vez primera nos comunican a ti y a mi.

   Y nosotros, los Hijos del Desierto, anhelamos el día en que vuelvas y nos podamos sentar junto a un hogar encendido y escuchar la voz que nos traen las Naves de los Vientos.

E. Van Eidgen.

Quedan reservados todos los derechos de la propiedad intelectual.

El texto pertenece a: LÓPEZ JIMÉNEZ, J. 2016, Setenil. Cuentos, historias y leyendas, Editorial La Serranía, pp. 9-10.

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