Una niña se quedó mirando el cielo anaranjado de la gran ciudad y pidió un deseo, el cual nunca vino o ella creyó que nunca se hizo realidad, no sabía a que estrella pedírselo. Así que se quedó allí, mirando el firmamento que no podía ver por la luz que despedían las calles de la gran ciudad. Desde la terraza de su casa se imaginaba como serían, ya que nunca las había visto, nunca las había contemplado, porque aquella neblina siempre permanecía allí; durante el día, una bruma gris cruzaba el cielo bajo las nubes y de noche una niebla anaranjada aquí o más blanquecina allí, se deslizaba sobre la ciudad o se reflejaba entre esos jirones que de noche la recorrían.
Se quedó dormida, contemplando un cielo estrellado que no existía y una noche que nunca llegaba... sin embargo una imagen comenzó a crear luz en su sueño, de lejos se veía a una niña tumbada sobre un prado de flores y ella, a sí misma, se veía contemplando un cielo de un azul que nunca había visto, mientras algunas nubes corrían de aquí para allá sin ningún sentido aparente, porque parecía como si se estuvieran persiguiendo unas a otras, al tiempo que junto a ella, pequeños puntos de color vestidos con pétalos la rodeaban y no dejaban de observar lo que ella perseguía con su vista. Una pequeña flor se le quedó mirando, así que ella se quedó mirando fijamente como giraba hacia ella, pero una flor cerró un poco los pétalos una vez, una segunda vez y a la tercera vez se escuchó un pequeño estornudo, a la vez que se movía y sus pétalos se cerraban convulsivamente para abrirse poco después y volver a descubrir el cielo que las miraba desde lo alto.
Sonrió, le hizo gracia lo que acababa de suceder, así que acarició uno de los pétalos de la flor, mientras le daba un beso con uno de sus dedos, a su vez la flor se ruborizó, cambiando de color. Estaba feliz, tan feliz que cerró los ojos y no sabemos muy bien si se quedó dormida o estaba despierta soñando.
En el sueño... sus pequeños pies avanzaban sobre la hierba del prado, dejando a un lado puntos de color que la rodeaban, avanzaba sin mirar, sólo sentir y respirar, no necesitaba nada más.
La luz de la mañana se deslizaba sin detenerse, arrastraba aromas y una claridad que resultaba extraña, mientras veía como pasaba, una sombra se puso a su lado. Era alargada, el extremo de las misma se paró algunos pasos por delante de ella. No dijo nada, siguió su sendero verde no marcado y la sombra la acompañó en silencio y sin cuerpo que la produjese, ya que miró de donde provenía y no pudo ver absolutamente nada, sólo era una sombre que la acompañaba.
Se paraba y la sombra se detenía, se movía y la sombra se desplazaba a su par, en la coordinación perfecta de un ballet no ensayado. Así que se puso a correr todo lo que pudieron sus fuerzas y allí estaba ella, lo siguiente fue perseguirla, la sombra siempre se alejaba lo justo para que no la alcanzase. Al final, cansada se detuvo y se dio cuenta de que la sombra era más grande, mucho más grande, ahora era ella quien guardaba la distancia para verla mejor. Así que la fue bordeando de principio a fin, hasta encontrarse en el punto de partida. Entonces y sólo entonces se dio cuenta de que era la silueta de un barco, de una nave muy grande para ella que era muy pequeña.
Se puso justo delante de la punta de aquella sombra. Aquel espacio más oscuro no se movía, pero ahora era translúcido y en algunas partes no había desaparecido completamente. Así que se puso a andar y la sombra la siguió a su ritmo, al de ella. Una sonrisa permanecía sobre su rostro, porque le hacía gracia que aquella superficie decolorada le siguiese, una sombra sin cuerpo, pero no pudo evitarlo, una sonrisa condujo a una carcajada sonora y contagiosa. Las flores la miraban, y sin percatarse la sombra se había extendido, ahora era mucho más grande. Ella se dio la vuelta con una sonrisa en su rostro y la sombra desapareció delante de ella... aunque ahora había algo diferente, podía ver el pendolón de proa, el caso y las velas que se estaban extendiendo pausadamente en aquella nave.
Alargó la mano con temor, se detuvo, la sentía pero no llegaba a tentarla, hasta que sus dedos acariciaron la superficie tersa de su piel de madera desde proa hasta el mástil inferior. Entonces y sólo entonces comenzó a desplazarse muy lentamente, podía ver unas velas de color cobre que se extendían reflejando colores, que pintaban a las flores con nuevas tonalidades. Sus manos la acariciaban, como cuando das un beso, y sus diminutos dedos se introdujeron en su interior, como cuando rozas con la yema de los dedos la superficie del agua, un sonido se extendió, era como cuando te abrazan muy fuerte, sus cuadernas crepitaron. Sus pequeños dedos se fundían en su interior y se podía ver como se transformaban a su paso en letras e hilachas de colores que se extendían entre sus manos, entre sus dedos, envolviéndola en un manto que daba color al prado e iluminaba el día.
No podía dejar de mirar esas letras, esos colores que la envolvían por su acción y la rodeaban, letras y pigmentos que se alzaban y que poco a poco comenzaron a transformarse en multitud de flores que extendieron sus alas y comenzaron a volar en todas direcciones. Se podía ver a sí misma rodeada de todas ellas... la niña, despertó de su sueño y su voz hizo una pregunta, quén eres... el espíritu del aire le contestó. -"La Nave de los Vientos".
Ella quedó tendida sobre el prado, mirando como el cielo era dibujado por pinceladas de nuevas tonalidades que caían desde lo alto cubriendo todo a su paso. Una sonrisa se dibujó en su rostro, mientras abría los ojos y se despertaba por unos instantes, ya que la niña pequeña volvió a quedarse profundamente dormida, pero esta vez se imaginaba que pintaba un cielo estrellado sobre un campo lleno de flores y un mar azul que bañaba las orillas de una tierra que se cubría de tonalidades rojas mientras un viejo olmo le hacía compañía. El dibujo estaba sobre un sencillo papel blanco, pero aquella pintura pertenecía a un deseo, deseo que ella pintó en lo más profundo de una esfera de los deseos. Sus dedos eran delicados y por unos momentos pensó que no era ella misma, sino algún alma, alguien que se dedicaba a pintar los sueños y ahora estaba pintando su sueño y su deseo. El lápiz y el pincel ondulaban sobre su mano alternándose en una escena que poco a poco iba tomando forma, con delicadeza, con tranquilidad y siempre, siempre, con una sonrisa. Un reflejo de atardecer en mitad de sus sueños y la sombra de la figura de una mujer se deslizó a su lado mostrando la esfera que contenía el sueño de su deseo. Rozó su mano, estaba fría, muy fría, pero era cálida, miró dentro, muy dentro y pudo ver lo que había deseado para un día que no es hoy y no es mañana, porque es un tiempo que aún no existe, aunque se encuentra , en cierto sentido, esperando en el interior de aquella esfera que la silueta de aquella mujer del atardecer se lleva.
Abrió los ojos, bostezó entre risas mientras veía que el suelo de la terraza de su casa había desaparecido, se encontraba sobre la superficie de un mar en calma. Era transparente y terso como una superficie de terciopelo de cristal azul que te arropa y todo te lo muestra. Sus ojos se abrieron del todo cuando una luz incierta cruzó el cielo sumergiéndose en lo más profundo de ese mar sobre el cual se encontraba. La brisa era suave, olía a mar, a jazmín y a un aroma extraño, nunca lo había olido... una Luna Azul se asomó sobre ese otro mar de jirones de nubes que se extendía sobre ella. Las nubes parecían las ondulaciones de las aguas del mar cuando las miras desde abajo, desde su interior y te reflejas en él. Y sobre esa línea tersa de ese nuevo mar en el cual ella se encontraba dentro, una Luna Azul cruzó el cielo estrellado de la noche. Por primera vez veía las estrellas, por primera vez las contemplaba. Aquel olor extraño se hacía más presente y se dio cuenta de que lo traía la luz azul de la Luna Azul, la cual avanzaba en el cielo de un mar que estaba ahí.
Alargó su mano y tocó desde su perspectiva todas y cada una de las estrellas, a todas las acariciaba, a todas las besaba, hasta el pequeño instante que en una lágrima comenzó a recorrer su rostro. Entonces se dio cuenta de que esta no recorría su mejilla, sino que se alzaba por encima de ella, en dirección al espejo de ese otro mar, de ese otro cielo justo hacia la Luna Azul, se había detenido justo encima de ella.
Veía como una lágrima se alegaba entre las sombras y reflejos que la luz producía al penetrar en el agua. Pero entre aquellos reflejos comenzaron a aparecer sombres que oscilaban pausadamente, nadando en el interior de aquel éter de un mar interior. La silueta comenzó a tomar forma, nunca las había visto, pero las identificó conforme una se acercaba a ella. Era una ballena, se sumergió tan majestuosamente que alargó más su mano, la ballena descendió tanto en el interior del cielo de aquel sueño que se quedó tan cerca de ella, que la niña pequeña la pudo tocar, besándole con las yemas de los dedos su rostro.
Se puso sus dedos sobre los labios y le llevó el beso a ella.
Pero sus ojos se detuvieron sobre alguien que acompañaba a la ballena, quien se bajó de su lomo y se puso junto a la niña, de pie mirándola y con una sonrisa escondida en un rostro que apenas podía percibir.
-¡Hola!
-¡Hola! -Quien preguntaba no obtenía contestación.
-¡¿Hola?! -Le dijo mientras esperaba paciente, con una sonrisa casi imperceptible y atendiendo a como ella abría aún más los ojos.
- ¿Sí, quién eres? Su hilo de voz era apenas audible.
-Yo, quien viene a por tu deseo.
-¿Qué?
-Has pintado un deseo, vengo a por él.
-No he pintado nada.
-Creo que sí, estabas imaginando que te encontrabas pintando un bello sueño, te has quedado dormida y lo has seguido pintando, y ahora que te has despertado, yo vengo a por él.
Ella lo miraba con desconcierto, porque a decir verdad, no entendía absolutamente nada.
-¿Vienes a por qué?
-A por tu deseo, el que has pintado dentro de la esfera de cristal.
-No, yo lo he pintado sobre el papel... mira. -Le decía mientras le mostraba un dibujo realizado sobre un papel.
-Efectivamente, te lo he dicho desde el principio, vengo a por tu deseo, el que tú has creado.
-¿Yo he creado... qué?
-Has creado tu sueño, tú lo has hecho, lo has imaginado, has soñado con él y le has dado vida.
-¿Pero... pero... qué?... Yo sólo soy una niña pequeña.
-Tal vez seas sólo una niña pequeña, pero nadie salvo tú, es capaz de crear todo lo que ves.
-Y tú... ¿a ti también te he creado en mis sueños?
-No.
-¿No?
-No, a mí no.
-No eres fruto de mi imaginación.
-No.
-¿Entonces quién eres?
Silencio.
-Yo solo soy un reflejo en tus sueños.
-No te entiendo.
-Siento no poder ser más claro, pero soy justamente eso, un reflejo en tus sueños.
-No te entiendo.
-Pero creo que eso, ahora mismo, a ti y a mí nos da igual, lo importante es que por primera vez has visto las estrellas, por primera vez has visto la luz azul de la Luna Azul y eso amiga mía, eso te puedo asegurar que es algo realmente difícil... -Le interrumpió la niña.
-También le ha visto a ella y luego a ti.
-Sí, nadie las ve, aunque tú la has llamado.
-¿Yo? -Dijo con estupefacción.
-Sí, ella siguió el camino de tu lágrima, una lágrima de alegría, es tan importante para ella que no pudo resistirse en seguir su camino recorrido y saber de dónde provenía, o mejor dicho, de quien provenía.
-No lloraba, era una simple lágrima.
-Llorar no es malo y menos si es de alegría, pero esas lágrimas en concreto son muy valiosas.
-Sí, ¿por qué?
-Sentir es un bien escaso y tú has llorado por ver por primera vez las estrellas... tu lágrima para ella es muy valiosa. Ese es el motivo de nuestra visita.
-Y ¿cuál es el motivo de nuestra visita?
-El sueño de tu deseo.
-Eres extraño.
-Gracias.
-No te molesta, lo que te he dicho.
-¿Por qué me han de molestar tus palabras cuando estás sonriéndome y me las entregas con agrado?
-Eres extraño.
Un sonido inundó el cielo de ese mar sumergido en esas otras aguas.
-Hemos de marchar.
-¿Te volveré a ver?
-Sí.
-¿Cuándo?
-Cuando seas mayor.
-Y ¿por qué cuando sea mayor?
-Porque entonces necesitarás este sueño, este deseo y estaré allí para entregártelo.
-¿Quién eres?
-Eso mismo me preguntarás entonces y te contestaré lo mismo.
-¿Cuál es tu nombre?
Agachó su rostro y le sonrió levemente.
-Yo no tengo nombre.
-Y entonces ¿cómo te recordaré?
-No me recordarás, recordarás tu deseo y algo de tu infancia que recordarás como una sombra sin nombre.
Los dos se miraron sin decir nada.
-No tienes nombre, no te recordaré... ¿estás sólo?
Una nueva mirada se mostró entre sus labios.
-No estaré sólo, estaré esperando ese día en el cual nos volveremos a ver, aunque tú no lo recuerdes.
-Es todo muy extraño, pero te puedo pedir algo.
-Claro.
-Cuando se agrande, me gustaría que me recordases esta conversación.
-Lo haré, aunque no servirá de nada, no me recordarás.
-Bueno, pero no importa, lo harás por mí.
-Claro que sí.
Un leve movimiento, y se alzó de nuevo emitiendo un sutil sonido rodeado del aroma de la Luna Azul y de la única flor que nace allí, olor a lirios. No la perdió de vista y contempló como la ballena se reunía con sus hermanas y seguían su camino hacia las estrellas... la niña pequeña se quedó dormida.
-¡Hola!
-¡Hola! -Quien preguntaba no obtenía contestación.
-¡¿Hola?! -Le dijo mientras esperaba paciente, con una sonrisa casi imperceptible y atendiendo a como ella abría muy lentamente los ojos.
-Sí, ¿quién eres?
-Sé que no te acuerdas de mí, vengo a traerte lo que me pediste.
-No recuerdo haberte pedido nada.
-No te preocupes, sé que no me recuerdas. Pero vengo a traerte lo que me pediste que te guardase durante estos años.
-¿No sé qué me dices, no te entiendo, pero quién eres, qué quieres?
Puso una mano sobre otra y de repente una esfera que despedía pequeños reflejos de luz estaba entre sus manos, se la extendió y le dijo...
-Te he traído tu deseo... Sí, hace algunos años, siendo una niña, lo pintaste y me pediste que te lo guardase hasta el momento en el que él te hiciera falta, y este es el momento.
-Pero, no sé quién eres y no recuerdo haberte pedido nada, y menos un deseo.
-Sé que no sabes quién soy, ni yo lo sé, sé que no me recuerdas, yo a ti sí y sí, me pediste algo, que guardase para ti el deseo que pintaste siendo una niña, aquella noche en la terraza de tu casa en la cual, por primera vez viste las estrellas y ahora crees que soñaste con una ballena que se acercó tanto a ti que la pudiste acariciar con la mano, mientras tú te veías sobre el mar y el cielo, el cual, a su vez se había convertido en otro mar.
Un rostro de sorpresa.
-¿Cómo puedes saber algo que es mío, que sólo conozco yo?
-Porque yo estaba allí ese día.
-¿Eres ella?
-No, yo iba sobre ella, soy quien descendió junto con ella y habló contigo.
-No entiendo nada.
-Me entregaste el deseo más bello, una lágrima de alegría.
Se giró levemente, y le entregó una esfera que brillaba entre sus manos.
-Tu deseo.
Ella se despertó, se había quedado profundamente dormida, la luz de la mañana entraba tras una ventana que dejaba que la luz inundase el interior de la habitación... la imagen del recuerdo no se había ido, había vuelto, lo recordaba, recordaba el sueño de su deseo, ahora ya no era una niña, y su deseo... él se cumpliría hoy.
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