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lunes, 30 de marzo de 2020

...tú pintas el futuro...

Estas palabras van dirigidas para todas aquellas personas que necesitan un abrazo, un regazo en donde sentir un corazón, porque hoy nos acompañan en lo más profundo de nuestras almas, y por aquellas que luchan incansablemente por una sonrisa en contra de la locura que ha generado el hombre, por cada una de ellas y por quien busca las letras que no desean ser apagadas en el silencio. 

Ella extiende su mano y su voz, la mano es tomada, no siendo sus dedos los que se entrelazan con los tuyos, sino algo más intenso, su alma, sin que ella sepa que esa mano ya no será soltada... y la voz te pide una palabra, y esa palabra...
...pudo ver sus pinceles llenos de color...

La niña pequeña estaba sentada sobre la hierba del prado. Había dejado los pinceles en orden como le gustaba hacer, pero ahora, estaban quietos, silenciados, sin color.

La sombra habló con todas las pequeñas y pequeños del valle, y sin que se diese cuenta, comenzaron a hacer lo mismo que ella les enseñó, tomaron los colores del cielo, de los pétalos de las flores, de la hierba del prado, de sus sueños, y los extendieron sobre sus pinceles.

La sombra la abrazó y se la llevó en brazos, no dejando ver a donde la llevaba. Poco a poco abrió los ojos y pudo ver sus pinceles llenos de color y vida, esperándola. 

- Ahora ya nunca les faltará ninguna tonalidad, ahora ya nunca carecerá de un sueño por pintar. - Dijo la sombra.

Miró hacia atrás, y allí estaban todas las niñas y los niños del prado, con sus pequeñas manos llenas de colores y con una gran sonrisa en sus rostros. La sombra, aún llevaba sobre su rostro los colores que ella le frotó en las mejillas.

- Mira, no les falta ningún color... ahora, ya puedes pintar cuando quieras, porque nunca te faltará ninguno de ellos. - Dijo la sombra.
- ¿Qué queréis que pinte? 
- Algo que sólo puedes hacer tú... el futuro. - Le respondió la sombra con la complicidad de todas aquellas miradas, de todas aquellas sonrisas.


...ella es quien pinta el futuro...

- Pero yo soy una niña pequeña, yo no puedo hacer eso.
- No estás sola... - Todas las manos se extendieron hacia ella llenas de color.

A Cristina.


Imagen Cristina Díaz.
Texto Jesús López.

Quedan reservados todos los derechos de la propiedad intelectual.

viernes, 10 de enero de 2020

...la piedra negra...


Tomó un fragmento del reloj que se construye y se deshace constantemente, y se lo ofreció.

-Un fragmento de tu tiempo. -Le dijo él.

Sobre su mano se podía observar una pequeña piedra negra.

-Es preciosa. 
-Sólo es una piedra negra, sólo es un fragmento de tu no tiempo.
-¿Tú crees...? -Ahora era la niña pequeña quien se la mostraba.

A través de la piedra podía ver como el reloj se construía y se deshacía constantemente mientras flotaba en el aire, sobre las orillas de un mar tranquilo de aguas cristalinas y en el cual, un amanecer y un anochecer se tornaban constantemente mientras hablaban, al tiempo que otras lunas permanecían suspendidas sobre un horizonte que te ofrecía en la oscuridad de la noche la imagen de galaxias sobre una pequeña porción del universo, parecía un lienzo en el cual todos los colores creaban una imagen nueva y armónica ... él le sonrió.


Quedan reservados todos los derechos de la propiedad intelectual del presente artículo.

sábado, 9 de noviembre de 2019

pinceladas veladas en rojo

pinceladas que esconden de forma velada palabras que nadie escucha salvo tú misma mientras ellas se quedan allí, esperando a otra de sus hermanas... todo el mundo vendrá a verlas, pero nadie sabrá leerlas

Ella, la que pinta el mar... Cristina Díaz.
(Imagen de @elbuscadordereflejos)

...los deseos no envejecen...

...los deseos no envejecen, eso me lo enseñaste, sobre un horizonte que nunca volverá porque ninguno es igual, pienso en cómo he vivido mi tiempo y ahora no quiero perder ningún instante, ningún deseo más. Los deseos no envejecen, eso me lo enseñaste, y ahora he descubierto que mi único deseo... 

...te has dado cuenta, te han sonreído, han soñado con las imágenes de tus sueños, de tus deseos, de tus anhelos... te has dado cuenta, hasta la pequeña que se encuentra en otras tierras se ha acordado... no viste sus ojos y sus preguntas anhelantes... cierra los ojos y te percatarás de que no hay que tener miedo...

...porque hay un secreto, los deseos no envejecen...

...y ahora, cuál es tu palabra...

...mi palabra es almajo...

Cristina Díaz

Azul Real Espacio Creativo nos dio la oportunidad de reunirnos en torno a una voz compuesta por doce artistas: Rocío Cano, Aurora Ruiz, Rosa Aguilar, Luz Barahona, Irene Dorado, Encarni Martín, Carmen Chofre, Carmen Morillo, Virginia Bersabé, Mónica de la Rosa, Verania Rodríquez y Cristina Díaz.


Gracias a Azul Real por ofrecernos un instante de encuentro, 
una exposición que no te puedes perder. 

domingo, 29 de septiembre de 2019

una pequeña visita


"El molino de harina"
100x81, técnica mixta sobre madera
Segundo premio en el V certamen nacional de pintura 
al aire libre de la Villa de Alba de Tormes (Salamanca).


Estaba sentado junto al río, tirando pequeñas piedras a sus aguas, viendo como la corriente se llevaba las ondas que se producían. No tenía ninguna intención, sólo miraba la pequeña escena en la cual me encontraba, mientras ella terminaba de pintar aquella imagen sobre una superficie blanca. No me veía, aunque yo a ella tampoco, sólo podía vislumbrar las pinceladas que alguien profesaba sobre un lienzo. Y ahora me preguntarás por qué sé que era ella, por qué sé que había alguien pintando. Te tengo que confesar que realmente no la veía, sólo podía ver lo que pintaba, lo que escribía sobre esa ventana abierta pintada de blanco, y la mano que utilizaba aquel pincel era el de una mujer joven. Su letra era clara, concisa, aún con sus dudas, sus anhelos, sus esperanzas, esas letras las podía ver de forma nítida. El resto del texto estaba escrito en tonalidades verdes y azules, pero aquellas superficies rojas me mostraban aquel viejo molino, el mismo que ahora podía ver con claridad.

Y todo esto sucedía, mientras seguía tirando piedras a la superficie del estanque. Unas alas pasaron junto a mí, tocando cada una de las piedras que yo lanzaba, hasta que tomó una entre sus patas y me la trajo, sus inconmensurables ojos azules me miraban con una sonrisa entre sus labios. La volví a lanzar y ella me la volvió a traer, mientras su pequeña cabeza se movía de un lado a otro y sus alas no dejaban de hacer vibrar el aire de emoción. Y allí nos podías ver, a ella, la libélula y a mí, jugando con las ondas que el río se lleva.

Al escuchar una voz a nuestras espaldas, la libélula se detuvo en el aire manteniendo aquella pequeña piedra. Quien pintaba, se sentó a mi lado, no me dijo nada, la libélula se posó junto con la piedra en su mano, no hablamos. La que escribía sobre el cuadro me miró y ambos, la miramos a ella, la libélula, con sus grandes ojos azules y sus cuerpo verde y amarillo, mientras la corriente se llevaba las aguas río abajo.


Fotografía y acuarela de Cristina Díaz.
Texto de Jesús López.


El molino rojo de harina, , ondas que el río lleva, el juego d ela libélula, frente al molino, paisaje en el estanque, un lienzo contra corriente, contra corriente... al final, al molino de harina le pusimos algunos nombres.


Quedan reservados todos los derechos de la propiedad intelectual del presente artículo.


viernes, 13 de septiembre de 2019

las pinceladas de la libélula


Intentaba escribir algo sobre esa página en blanco, pero ni el lápiz me ofrecía letras ni la pequeña lámpara, esa que me miraba con su único ojo, lograba que encontrase palabras escondidas en esa superficie que guarda dentro de ella todos los textos que están aún por trazarse, como caminos sobre la piel. Su luz amarillenta se extendía sobre el pequeño espacio de la mesa y se venía a entrelazar entre mis dedos, creando juegos de luces y sombras.

La luz del patio entraba a través de una pequeña puerta de cristal entreabierta, pero lo que me llamó realmente la atención fueron aquellos dos pequeños ojos que se asomaban como si quisieran no ser vistos, se asomaba una vez y otra... hasta que terminé por levantarme, y al acercarme con cuidado, pude verla, era ella, la pequeña libélula. Se posó un instante sobre la punta de mi dedo y me miró muy atentamente con sus inconmensurables ojos negros, el brillo que me ofrecían los tuve que seguir, porque rápidamente salió volando y tras unos giros imposibles se detuvo sobre el lápiz. Su mirada se hizo penetrante, sus alas se comenzaron a mover, al principio muy lentamente, hasta que pudo alzar el vuelo, pero esta vez era suave, detenido, como si bailase con las nubes, aunque sus pequeñas patas volvieron a ofrecerme una imagen sobre el lienzo en blanco del papel. Su cuerpo granate ofrecía destellos que permitían ver lo que estaba dibujando, lo que estaba escribiendo, el pequeño dibujo era sutil, apenas visible.

El lápiz y el pincel los posó sobre ese mar de nubes en calma, superficie tersa que espera que le den color. No me dejó decirle nada.

Volvió al patio, estaba de nuevo allí, tranquila, volando de aquí para allá, y mostrando sus pequeños ojos a través de los cristales, se asomaba curiosa, como cuando la infancia te mira y aparece de forma curiosa y entrañable.

Pero, mientras intentaba escribir, mi mirada se me escapaba y la seguía, al principio se asomaba, pero posteriormente desaparecía durante unos instantes para volver a aparecer con sus pequeños ojos expectantes. Y como en un juego de niñas y niños, el silencio evidencia travesuras, no me dio tiempo a levantarme para espiarla entre visillos, sus ojos volvían a asomarse, disimulé lo mejor que pude y el silencio nos rodeo. Yo aparentando que mi mente se llenaba de letras y mi mano de palabras, y ella, la libélula, seguía volando tranquila y con disimulo, hasta que un pequeño reflejo naranja invadió mi rabillo del ojo.

Tras aquella pincelada naranja le prosiguió otra blanca, amarilla, cobre... mis ojos quedaron abiertos, muy abiertos sobre aquella extraña escena que se estaba desarrollando tras el cristal de la puerta en el interior del patio. Y como si fuera una pecera, aquellos peces que vivieron en aquel estanque hoy vacío, volvieron a nadar, detrás de la pequeña libélula granate, sus destellos metálicos nadaban  dentro de ese ambiente a tierra mojada. Me miraban con sus pequeños ojos oscuros y mirada intensa entre escamas metálicas que lucían bajo la luz de una mañana azul, sus pequeñas bocas me volvían a ofrecer esas vocales que les enseñe, una pequeña "a" y una enorme "o".

La libélula volaba entre ellos, y juntos nadaban de aquí para allá, la pequeña libélula y los peces de vivos colores, jugaban sin descanso en una amistad que me ofreció una primera letra con la cual poder empezar a escribir.

jueves, 4 de julio de 2019

la libélula

anoche, una pequeña libélula de color rojo se había introducido en mi habitación, no sé por qué ha venido, la tengo a mi lado, por unos instantes dudo, me mira y ahora la comprendo... no tengas miedo, te cuidaré y mañana, junto con las primeras luces del alba y al romper la luz del sol el amanecer, volverás con ella, pero no te olvides de llevarle esta pequeña palabra que le escribo y te entrego...

Un sueño con alas de Cristina Díaz


Ayer, alguien me hizo el regalo más bello 
que una persona puede recibir... gracias Cristina.

Ilustración: Cristina Díaz
Texto: Jesús López

Quedan reservados todos los 
derechos de la propiedad intelectual.

"alas de amapola" en "The Floor", el nuevo programa de Antena 3 presentado por Manuel Fuentes.

 " alas de amapola " en   " The Floor ", el nuevo programa de Antena3 presentado por Manuel Fuentes. Mi agradecimiento a...